El porqué de este Blog ... Al Hilo de un Cuento, un Canto
Fragmento del artículo publicado en la Revista de Cuentoterapia (2019)
La música en general, y las canciones en particular, forman parte de mi día a día. La banda sonora de mi vida, desde mi adolescencia, está repleta de canciones de Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Pedro Guerra, El último de la fila... y muchos otros cantautores e intérpretes que trasmiten de manera magistral las alegrías, los duelos y los conflictos del alma. Tengo impresos en la memoria viajes de juventud a Cabo de Gata en los que me recuerdo escuchándolos de manera repetitiva, como si aquellas canciones fueran un mantra. Yo sentía que canciones como "Gracias a la vida" en la voz de Mercedes Sosa, me iban sanando y reconciliando conmigo misma y con la vida. Varios años después, mi compañero de viaje en esos momentos se convirtió en mi compañero de vida, y el día de nuestra boda, le canté esta misma canción, con sus "ojos claros" emocionados mirándome. El despertar de la adolescencia acompañada de estrofas que te invitan magistralmente a cuestionarte hasta el aletear de una mosca, lo efímero e inasible de lo vivido, como en la canción de Silvio Rodríguez... ¿A dónde van las palabras que no se quedaron?, ¿a dónde van las miradas que un día partieron?, ¿acaso flotan eternas, como prisioneras de un ventarrón? o ¿se acurrucan entre las rendijas buscando calor?; ¿acaso ruedan sobre los cristales, cual gotas de lluvia que quieren pasar?, ¿acaso nunca vuelven a ser algo?, ¿acaso se van? y ¿a dónde van? ¿a dónde van?...
Tras sumergirme en el mundo de la Cuentoterapia, fui descubriendo que las canciones son obras de arte simbólicas que utilizan, al igual que los cuentos, metáforas para que su mensaje no pase por el filtro de la razón; no en vano, las canciones son cuentos cantados; historias de vida, de muerte, de dolor, de amor.
Las canciones van cargadas de la sensibilidad del autor, tanto sus letras como las melodías. Al igual que en los cuentos ilustrados, donde el mensaje lo encontramos tanto en texto escrito como en las propias ilustraciones. Desde hace ya unos cuantos años, las canciones cumplen diversas funciones en mi vida: la de una caricia, la de despertarme. Las canciones me activan y tienen para mí un enorme poder de evocación. Tanto si escucho una de las canciones más antiguas, como alguna de las que han llegado a mi más recientemente, brotan casi de manera automática imágenes de cuentos a lo largo de la escucha. Creo que una canción tiene la capacidad de imprimir una imagen en la persona que la escucha en el momento adecuado, fácilmente rememorable posteriormente; al igual que los cuentos.
Cuando una canción me secuestra durante un tiempo, pienso que algo tiene que ofrecerme, creo que necesito oírla una y otra vez hasta que soy capaz de extraer su mensaje a un nivel más profundo, inconsciente. A los adultos nos sucede con las canciones algo comparable a lo que muchos niños experimentan con los cuentos porque, cuando un niño pide que se le cuente el mismo cuento durante varios días o meses... algo tiene que aportarle. Si lo hace es porque el cuento todavía sigue ofreciéndole claridad, una salida, un apoyo, una visión que le ayude a traspasar la situación que le mantiene preocupado.
Es bien sabido que no todas las canciones nos tocan, de la misma forma que no todos los cuentos ilustrados son capaces de estremecernos emocionalmente. Y hay canciones que resuenan de manera diferente dependiendo del momento vital en que se las ha escuchado; pasado un tiempo cobran nuevos significados porque las canciones, al igual que los cuentos, son polisémicas.